domingo, 2 de septiembre de 2012

EL CABALLERO QUE NO SABÍA PEDIR PERDÓN


"El caballero que no sabía pedir perdón", es el cuarto cuento de mi primer libro Relatos para despertar el corazón dormido". Todos los cuentos de este libro llevan al final su moraleja correspondiente, la que a mi en ese  momento me inspiró a escribirlo; por supuesto que cada lector puede sacar múltiples enseñanzas; en ningún momento pretendo ofender a ninguno de ellos.
Me gustaría saber vuestra opinión al respecto.
¿Sí, a poner la moraleja al final?
¿No, dejar al criterio de cada lector la enzeñanza moral que considere oportuna?



                             EL CABALLERO QUE NO SABÍA PEDIR PERDÓN




Érase una vez un despiadado caballero que durante toda su vida no había hecho otra cosa que sembrar la discordia, y causar dolor a cuantas personas habían osado cruzarse en su camino.
            Un buen día, al levantarse, observó que le habían salido unas llagas purulentas y malolientes en la piel de todo su cuerpo. A medida que pasaban los días, las úlceras iban creciendo y creciendo. Asustado, decidió acudir al lago azul, famoso por curar todo tipo de enfermedades.
            Agotado por el viaje, bajó de su caballo y se sentó en la orilla del lago. De pronto, emergió de las aguas una hermosísima ninfa que le preguntó:
            -Poderoso caballero ¿qué has venido a buscar aquí?
            El gentilhombre respondió:
            -Hace tiempo que vengo sufriendo de terribles heridas que invaden todo mi cuerpo.
 La ninfa  le dijo:
            -Báñate en el lago.
 El hidalgo así lo hizo y, después de permanecer varios minutos en las frías aguas, salió. Y cuál fue su sorpresa, al comprobar que no había desaparecido ni una sola de sus llagas.
            -¡Mira! -exclamó enfadado-: No he sanado.
El hada sin perder  la calma le dijo:
            -Tus llagas son el fruto del odio que llevas en tu corazón. Tan sólo el bálsamo del perdón  puede curarte.
            El aristócrata, enfurecido, montó de nuevo sobre su caballo y con premura se alejó de allí.
            Pasó el tiempo y, un atardecer de verano, el caballero regresó de nuevo hasta el lago. La ninfa emergió nuevamente de las aguas y le preguntó:
            -¿Qué has venido a buscar aquí?
            El gentilhombre respondió:
-¿Es que no me reconoces?
            El hada le observó con detenimiento durante unos minutos y le dijo:
            -Han aumentado tanto las lesiones de tu piel que, de no ser por tu voz, jamás te hubiese reconocido.
            El hidalgo, angustiado, exclamó:
            -¡Ayúdame! Me he convertido en un monstruo repugnante, y sufro de terribles dolores.         
La ninfa,  con voz serena, le respondió:
-Las úlceras son el fruto del odio que anida en tu corazón. Tan sólo el bálsamo del perdón puede sanarte. El dolor que sufres, no es otra cosa que tu propio arrepentimiento.
El hidalgo, cabizbajo, montó de nuevo sobre su caballo y se alejó del lugar.
Pasó el tiempo y, un amanecer, llegó hasta el lago un apuesto joven.
La mágica dama emergió de las transparentes aguas y le preguntó:
¿Qué has venido a buscar aquí?
El joven  respondió, a la vez que se dibujaba una gran sonrisa en sus labios:
-¿No me reconoces?   Yo, soy aquel caballero lleno de úlceras que vino hasta ti para pedirte ayuda. ¿Me recuerdas ahora?
El hada, sorprendida, exclamó:
-De no ser por tu voz, jamás te hubiese reconocido. Te has transformado en un joven muy apuesto, me entusiasma comprobar que estás completamente sano.
El gentilhombre prosiguió:
-Vengo a darte las gracias, hermosa dama. Puse en práctica tu sabio consejo, y fui a pedir perdón a todos y cada uno de los seres humanos a los que un día hice daño. Por cada persona que me perdonaba de corazón, desaparecía una de mis llagas. Así, hasta curarme del todo.
La ninfa sonrió satisfecha.
-No tienes nada que agradecerme, lo has hecho todo tú solo. Yo tan sólo soy la voz de tu conciencia y el lago, el espejo donde veías  reflejado tu interior. A partir de ahora, dedícate a hacer el bien y a amar a tus semejantes y, cuando quieras hablar conmigo, tan sólo tendrás que escuchar la voz de tu corazón.


Moraleja:
 El odio que guardas en tu corazón, tan sólo te hace daño a ti, y acabará causándote enfermedades. Si sabes pedir perdón y perdonar a quien te ha hecho daño, te sentirás liberado, sano y feliz.




FIN






10 comentarios:

  1. Hermoso cuento amiga, tiene toda la magia de un cuento de hadas, más la reflexión final con su moraleja.
    Como te dije otrora, mi niño interior feliz.
    Un fuerte abrazo.
    PD: Tus ojos demuestran más que tus escritos, son tan claros como hermosos.

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  2. Muchas gracias, amigo Moli; me emociona comprobar que, una vez más, el mensaje del cuento ha tocado a la puerta de tu corazón. Me alegra que tu niño interior se sienta dichoso; a menudo olvidamos que nuestro niño/a interior es la más pura esencia de nuestro ser.
    Muchas gracias por las bellas palabras que dedicas a mis ojos; los ojos son las ventanas del alma, espero que la mía sea transmisora de amor.
    Un fuerte abrazo.

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  3. Hola, Maria del Mar. Preciosa historia y muy cierta la moraleja. El odio y la envidia, son sentimientos que sólo dañan a uno mismo y que hacen pasar por esta vida sin disfrutar de ella.
    Hay una frase del novelista ruso Tolstoi que me encanta y dice; No hagáis el mal y no existirá.
    Personalmente me gusta más con la moraleja final. Aunque es cierto que también queda bien dejar al criterio del lector.
    Ha sido un placer descubrir tu rincón en la blogosfera.

    Un fuerte abrazo y feliz fin de semana.

    1000luna
    Verónica Grau.

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    1. Querida Verónica, no sabes cuanto agradezo tus palabras; al igual que yo, opinas que el hecho de añadir moraleja no menosprecia la inteligencia del lector; de cualquier modo, respeto al máximo cualquier opinión diferente a la mía.
      Gracias por asomarte a conocer mi blog.
      Estoy intentando colocar en Youtube un vídeo en el que yo cuento uno de mis cuentos.
      Os lo haré saber por si quereis verlo.
      Un beso muy fuerte, Verónica.

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  4. Bonito cuento que encierra una verdad universal, el bien y el mal anidan en nuestro interior y sólo el bien nos hará felices y libres. Saludos.

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    1. Muchísimas gracias Juan por dedicar un trocito de tu maravilloso tiempo a leerme.
      Intentaré no decepcionarte con próximos cuentos.
      Un fuerte abrazo.

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  5. Por algo dicen que el odio envenena el alma. Ningún ser escapa a ese vil sentimiento, pero no podemos dejarnos dominar pues de él nada bueno sale.

    Un abrazo, tu cuento es hermoso y muy reflexivo.

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  6. Muchas gracias, amiga; me congratula que pienses como yo; el odio pudre el alma y no conduce a nada positivo.
    Un fuerte brazo.

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  7. En estos momentos estoy pensando en ella y este relato me va muy bien para pedirle perdón.Gracias Maria por este hermoso relato que expresa los sentimientos de una persona.Saludos desde Bolivia.

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